Humores variados
Por Luis Sánchez
Recuerdo con agrado las historietas de la dibujante argentina Maitena (en vasco, la más amada), primero en El País Semanal (1999) y después en El Jueves(2001). Y con mayor agrado todavía recuerdo las de otra dibujante, ésta francesa, más áspera e incisiva que aquélla, Claire Bretécher, allá por los años 80, en la revista quincenal “para la nueva mujer” llamadaDunia (revista que también leíamos los hombres; de hecho acabaron sacando otra edición para nosotros, aunque no tuvo tanto éxito). El caso es que basta ojear la prensa escrita (en papel o digital) para percatarnos de que, lamentablemente, apenas hay mujeres en el campo del humorismo, de que falta esa otra mirada (y, por suerte, ya no es achacable al machismo). Entonces… ¿por qué es?
Tomemos como ejemplo el chiste gráfico, la viñeta, y acerquémonos con atención para apreciar su carácter. El mejor dibujo de humor –además de la natural chispa–, a mi juicio, debe contener las cuatro ces. El trabajo ha de ser:
–Claro: el objetivo tiene que estar muy bien definido y el mensaje debe entenderse con facilidad.
–Conciso: decir el máximo con el menor número de palabras; a veces, incluso sin necesidad de emplear palabras.
–Certero: no puede errar; ha de dar en la diana.
–Contundente: concluye con vigor; es definitivo.
Y dado que el humor blanco es como el chocolate blanco, el mejor dibujo de humor carece de presunción de inocencia. ¿Cómo va un humorista serio a alegar en su defensa eso de “yo no quería”? Queda tan poco convincente… ¡y, además, ridículamente cómico!
Ahora, de nuevo, volvamos a la pregunta del millón (en una cuenta suiza). ¿Por qué escasean las mujeres en dicho colectivo? Incluyo aquí la caricatura y la sátira. Resulta llamativo, dado que no ocurre lo mismo en el ámbito de la ilustración, del cómic (ahora llamado pomposamente “novela gráfica”) o de la animación, donde sí abundan mujeres, como abundan en el mundo del periodismo o de la literatura.
Sólo apuntaré un dato: en FECO-España (la principal asociación de dibujantes de humor) a día de hoy la proporción entre hombres y mujeres gira en torno a 13-1.
Tras rebozar mis neuronas en asunto tan curioso, tomé un atajo e hice una prueba (la recta es la distancia más corta entre dos puntos y la comunicación acorta las distancias). Pregunté, por separado, a cuatro amigas (de estatus y edad similar), con la intención de obtener una respuesta (desinteresada). Y esto fue lo que contestó cada una:
–Por falta de seguridad en nosotras mismas; no nos gusta levantar la voz y exponernos de esa manera tan clara: se corre un riesgo muy elevado.
–Evitamos el impacto directo, el enfrentamiento; preferimos dar un rodeo, entrar por el costado, lanzar indirectas… y dejar siempre una salida.
–Somos más compasivas que los hombres; estamos por la vida antes que por la burla, la ofensa o la agresión. Arquetipos: Venus, mejor que Marte.
–Nosotras pensamos de manera multilineal (visión periférica); no condensamos en una sola dirección (visión central), como hacen los hombres.
Compruebo, pues, que no hay una sola respuesta (racional) sino varias, y que éstas no son excluyentes, de modo que el conjunto de respuestas obtenido traza un perfil (yin) que me ayuda a comprender por qué las mujeres no se prodigan en el terreno del humor gráfico.
La conclusión a la que he llegado es fruto de un pensamiento incluyente (el pensamiento excluyente impone el monocausalismo). Éste, como resulta evidente, no es un ensayo científico; pero sí una aproximación orientativa al problema que tratamos.
(¡Ah! He de añadir que he seguido preguntando a más amigas sobre el problema y las respuestas caían todas dentro de la misma mesa de cuatro patas, mesa sobre la que, ahora mismo, escribo estas palabras).
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